miércoles, 12 de octubre de 2011

La playa de la eternidad

Quizá nunca tuvo que pasar. Ninguno de los dos debió desear ver el mar, sentirlo fluir en su piel, y acabar siendo uno sólo en aquella orilla.
Aquella noche fue una de tantas, de esas en las que te sientes sólo en casa, y decides salir a tomar una copa al bar de la esquina. Y justamente ahí estaba ella, pensando en alguien que hubiera ido con su mismo acometido a aquella taberna.Ojos grandes y negros la caracterizaban. Sin guión alguno, y con las piernas temblorosas se acercó a él y le susurró al oído: ¿una copa de champagne? A lo que Aitor respondió con un semblante atónito ¿celebramos algo?. Sonrieron a la vez. Pensaban lo mismo, era como si se conocieran de toda la vida. Frecuentaban los mismos lugares, pero nunca se atrevieron a decirse nada; incluso hubieron estudiado lo mismo. Se gustaron, eran puras almas gemelas.
Justo cuándo Aitor fue a besarla, Clara apartó sus labios, alegando que nunca besaba en la primera cita. Con lo cual, él decidió que debería haber otra, próxima, en el menor tiempo posible, para acabar lo que falló en aquel intento.
Al día siguiente, volvieron a verse en el mismo bar, en sus mismos asientos, y ambos decidieron salir a caminar. Tras un largo recorrido por el paseo marítimo, decidieron acercarse a refrescarse con el agua. En una noche de verano nunca está de más darse un baño.

No había nadie en la playa, por lo que se metieron en el mar sin dudarlo un sólo segundo. Jugaron, corrieron, cantaron, rieron, pero sobre todo se besaron, se amaron. Besos de ternura y pasión, que acabaron consumiéndose en la orilla, bajo la atenta mirada de la luna llena. Justo cuándo acabaron de hacer el amor, ella sonrió y cerró los ojos, para no abrirlos nunca más.
Un cristal se clavó en su espalda, atravesando así su corazón al apoyarse en la arena...

1 comentario:

  1. El mar salado se llevo su dulce sangre a la orilla.... buen trabajo prima, +1 para ti!

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