jueves, 13 de octubre de 2011

Cuidado con lo que deseas, porque se puede acabar cumpliendo...



7.30 aM. Suena el despertador.
Es hora de ducharse, vestirse y bajar a tomar un café, antes de coger el coche para ir a la oficina.
Por fin es viernes, justo un día antes de una fecha tan esperada, su boda. Ese día te levantas de buena gana, pensando que uno de los momentos más importantes de tu vida está tan cerca de dejar de ser un sueño; porque claro, la gente acepta las antiguas costumbres, es más les gustan, esa idea de casarse, tener hijos, desayunar todos juntos y que mientras el perro le traiga el periódico. Bien, pues a Cristian le horrorizaba esa idea. De hecho, él se casaba con Irene por el mero hecho de afianzar la estrecha relación que mantenía con su padre, un futuro gran inversor de la empresa que él regentaba.


 
Mientras iba en el coche se dijo a si mismo: “ojalá le surja algo al cura y mañana no podamos casarnos”. Odiaba la idea de comprometerse a ese límite con alguien, él quería ser libre, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás y arrepentirse. Se resignó y continuó su día como de costumbre.
 
Por la noche antes de marcharse, los empleados le sugirieron salir a tomar una copa. Él aceptó. Así de paso evitaba encontrarse con la novia el día de antes de la boda, que según dicen, da mala suerte.
Entraron a un bar escondido, en una calle oscura y con apenas viviendas, y en el que sólo había una pareja.
Se sentaron y tras un rato charlando y tomando, la pareja que estaba al lado, comenzó a besarse y a agarrarse de las manos.Cristian los vio y les dijo un poco borracho:¡pero que bonito es el amor!


En este mismo momento, acabaron las posibles inversiones con el que sería su suegro, y ella misma, Irene rompería con él junto a su amante.
Ninguno de los dos se presentaron al día siguiente al altar. Tan sólo le llegó una nota al cura.
“Si de verdad deseas algo con mucho ímpetu, se cumplirá...”

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